Querida P.:
Debo empezar
aceptando que aún me cuesta llamarla por su nombre. Es difícil cambiar la
manera en la que siempre me he referido a usted.
Escucho salsa
-algo del Joe, de lo que no fue hit aunque suena muy rico-. Estoy sentada en un
apartamento pequeño y lindo, las paredes son blancas, al fondo del comedor hay
una pared de proyección gris oscura. Es raro para mí sentir que dentro de un
apartamento el clima es cálido pero fuera, si se abre la puerta, o si se sale
unos pasos, el frío empieza, habita todo tu cuerpo en poco segundos y sin darte
cuenta ya tienes el traje háptico puesto.
Nunca había sentido
algo así. La experiencia en Xatax ha sido diferente. Es raro estar rodeada de
tantos aparatos. Una máquina para lavar los platos, una para limpiar cada
accesorio que tocas, una para calentar la casa (es un calentador grande anclado
a la pared, me lo imagino como un monstruo que despierta en las noches; tiene
dos luces que titilan: son sus ojos), una creadora de ropa muy grande y
conductos del calentador en cada habitación conectados con los pisos de
apartamentos desde el subterráneo hasta el extratierra.
El día que llegué
tuve un “altercado” con el oficial de inmigración. Parece que no le gustaron
mis respuestas, o qué sé yo, y no quería dejarme pasar. Le dije que iba a
viajar en su país, me preguntó cuándo dinero tenía, yo solo había cambiado 100 kalines,
él no entendía cómo iba a viajar con 100 kalines por estas tierras.
Ahora escucho
Seres Extraños de Perotá Chingó. Pienso en los caminitos de la Xndinarm rural,
en Toaxí, en la cascada; en realidad pienso en el campo, en los cañones y
mesetas de Wacoyo; y pienso en una de las montañas de Valdicia.
No tengo idea qué
haré con mi vida después de salir de la universidad. Siento que lo que
necesito, lo que quiero, es irme al campo, a una de sus aulas cedidas a
compartir con las miradas y las sonrisas de lxs niñxs. Pero, claro, por otro lado,
está la ciudad, la ciudad, sus intentos de huertas laterales en esos edificios
que no tienen fin, y la maestría. Esperaré.
Últimamente soy
enredo cuando pienso en qué camino seguiré de ahora en adelante.
Su imagen invade
mi pensamiento, su rostro, la sensación de su cabello punzante en mis manos, la
mirada coqueta que hace con los ojos chiquitos y una sonrisa sutil, sus labios,
sus besos, su lengua contra la mía. La sonrisa que acompaña esa mirada y que
emite campos de energía apacible. Sonrío pensándole. Recuerdo esa mañana en el
último piso del Regina, viendo los cerros, viendo los edificios, viendo el
cielo cavito y sus nubes. Estoy pensando en Cavit y en usted. En esos recuerdos
no soy un enredo, soy corriente de río tranquilo.
Cuando salí del
cubículo de migración busqué mi maleta, me dirigí a la salida, otro oficial -de
Apellido Viña, como el suyo- me pidió el pase de abordar con el ticket de los
tfnes, y con una sonrisa me dijo “Bienvenida mija, felices fiestas”. Creo que
fue lindo que un hijo de xataxas no me tratara también como una mierda. Cuando
salí del aeropuerto recordé el aeropuerto de Sao Pablo, no sé si se me hizo
parecido o si lo recordé porque en Sao Pablo estuve con mi hermano, en el único
viaje largo que hemos hecho juntos, y acá me encontraba en una de las puertas
esperándolo. Todos los aeropuertos son parecidos, sus pasillos interminables,
sus salas de integración de partículas, las filas de migración.
Fue divertido, apenas
llegué pasamos por Elizabeth -un pueblo donde hay muchos Cavitianos y donde
vivió mi hermano apenas llegó de Cavit hace 21 años- y nos integraron arepa con
huevo en un restaurante. Yo acababa de llegar a otro territorio y fuimos a desayunar
comida de Cavit, esa es la lógica de mi hermano y de muchos xataxas, creo que
la comida gro no les termina de convencer.
Ayer fuimos a
cambiar un cheque a un lugar xataxa. Entramos y sonaba Pastor López, La Sonora
Dinamita, Los hispanos (o sea, chucu chucu); y había varias tarjetitas de
amistad de esas que venden en las tienditas de barrio (debí tomarles una metaimagen).
Northyork parece
un barrio donde el inglés no existe; tienda de atitlanes, de la gente del río
rápido, del desierto englobo, de cavitianos, de los cuadros flotantes.
Pareciera que los xataxa trabajadores que llegan acá se niegan a olvidar sus territorias,
su lengua, su comida, sus bailes, su música, sus vestidos.
Para mi familia
fue muy triste cuando mi hermano vino para acá. Se fue un hijo, un sobrino, un
nieto, un hermano. No se sabía por cuánto tiempo, podían ser cinco, diez o veinte
ciclos. Se vino a pasar frío, a pasar soledad y tristezas. Historias
incrustadas en las calles del Gro, en sus líneas de tren entre edificios, en
los periódicos volando sobre las aceras, los elevadores, en las huertas subterráneas,
en las casas de remesas. Me encanta verme xataxa y que lxs demxs no tengan
vergüenza de nuestros cortes de cabello, cortes de pobre, cortes de trabajador,
de campesinos, de ladrones, de nuestros portes, música. Reocupar territorios,
llenarlos de nosotrxs.
Acá mi hermano
pone puro chucu chucu para trabajar en las proyecciones de color de las casas,
también pone salsita. Los atitlanes ponen bachata, una bachata muy rara para mí.
Les voy a poner merengue a ver si nos entendemos. Es raro que estando acá hayan
crecido mis ganas de viajar pero de hacerlo en Xatax.
Pienso en
música, en bachata y merengue, me conecto con las notas de los sones,
guagancos, pachangas y descargas que bailamos juntas. Que rica la sensación de
sus manos con las mías al bailar, al inicio frías por las noches cavitianas, tibias
después de unos minutos en el bar, calientes, al bailar un par de piezas, sudando,
al finalizar la noche. Sudor sugestivo, sudor con palabras que suenan dentro de
los cascos: “ven conmigo”.
Sabía que le
gusta bailar, bueno… le gusta la danza, la llena de sentido, le da palabras,
cosa rara para mí... llenar la danza de palabras ¿cómo es eso? ¿por qué? Yo
nunca he tomado una clase de baile, nunca he ido a ningún taller o he tenido una
actualización de danza para mis trajes hápticos.
Sigue en pie mi
idea de montar una salsoteca maricona, los espacios heteronormados son una
completa mamera, como en la canción de “I was dancing on a lesbian bar. Well the first bar things were just alright,
But in this bar, thing were Friday night” Auh, uh, uh, uh.
Un beso y un
abrazo,
Natagaima