sábado, 27 de enero de 2018

Conciliar el sueño con el televisor encendido

¿Tan importante es esa acción que realizamos cada noche al poner la cabeza sobre la almohada?, ¿tan trascendente es para lo que somos que la llamamos "conciliar el sueño"? Conciliar es poner de acuerdo a dos partes que no han podido ser compatibles, encajar, hacer las pases ¿Qué es lo que conciliamos cuando estamos intentando dormir? ¿Acaso es lo que realmente es nuestra vida con lo que queremos que sea? ¿Acaso nos queremos conciliar a nosotros mismos, a nuestros muchos yo? ¿Acaso antes de dormir empieza la pelea entre mi yo que la desea y mi yo que no quiere pensar más en ella? ¿Acaso es tu yo pensando en tu futuro peleando con tu yo que dice "no pienses, hazlo"? 

Al poner la cabeza sobre la almohada y estirar un poco el cuerpo -o ponerlo en posición fetal- empiezan a derramarse en nuestro cuerpo nuestros diferentes yo. Natalia con miedo, Natalia con culpa, Natalia que desea inconscientemente, Natalia que no se controla, Natalia que busca llevar su vida de las riendas de la razón... Todas se desparraman, todas salen, y empieza la batalla ¿Realmente, nuestros cuerpitos en pugna llegan a conciliar? Si lo hacen es solo para retomar al día siguiente, o, quizá solo después de pequeñas y lentas conciliaciones, se llega a una conclusión, a una gran conciliación.

La conciliación consiste en lo que sigue: Uno, con uno, y uno mismo se sientan al rededor de la mesa -o encima de la cama-. Y toman la decisión de si es posible dormir ¿Sobre qué se basa la decisión? Uno, con uno y uno mismo se preguntan "¿Estoy viviendo bien?" y después de muchos intercambios de palabras, uno que otro golpe y muchas acusaciones -las acusaciones son totalmente necesarias en ir y venir de palabras- los unos llegan a una conciliación. Ojalá la conciliación versara de la siguiente manera: "No, no estoy viviendo bien. Habrá que hacer esto y lo otro para vivir de manera correcta". Pero, hay muchas maneras en que esta formulación puede ser hecha. A veces es un simple "Por hoy dejamos así, mañana continuaremos". Ocurre también que al ser estas conciliaciones hechas segundos antes de dormir, las formulaciones alfabéticas se pierden en el mundo de los sueños. Aun así, me queda la siguiente esperanza: aunque no sepamos qué forma toman, en una oración, las conciliaciones, por pequeñas que sean, se quedan grabadas en lo más profundo de nuestro ser que es ese mundo opaco, que se difumina, que cambia, que es veloz y que olvidamos unos minutos después de abrir los ojos.

En todo caso, sea cual sea la respuesta, siempre me ha parecido imperdonable y propio de personas débiles, dormir con el televisor encendido -¡No me digas! ¿Duermes con el televisor encendido por el constante zumbido que escuchas en el silencio y no te deja dormir? ¿Quieres saber como se llama ese zumbido? A veces le dan el nombre de "conciencia". Yo le llamo, mi ser naciendo, saliendo de mi pecho, de mi boca, por mis orejas, zumbándome, preguntándome, poniéndome contra la pared, exigiendo respuestas, siendo tenaz como siempre al acostarme -por lo menos al hacerlo sola ¿Y sabes cómo le llamo a dormir con el televisor encendido? Cobardía, incapacidad de escucharse a sí misma, falta de ovarios para escuchar los rechazos más duros, las acusaciones más directas. 

Somos un pedazo de mierda rodante, nuestros deseos fluctúan, son muy elevados, abstractos, imposibles, irreales. Eso nos lleva a dañar, a querer un día y al siguiente no, a querer en un momento y al siguiente sentir asco. Incluso si creemos amar por completo, al levantar tu alma, o justo en tu espalda, puedes tener una realidad diferente "no amo, solo temo", "no amo, solo espero", "no amo, solo me conformo", "no amo, solo estoy experimentando. Y así como tenemos la valentía de seguir viviendo y entrando en relación con otros aunque sepamos quienes somos, así mismo debemos tener la valentía de dejar que nuestros unos salgan a señalarnos en las noches, y debemos tener también la astucia, de dejar salir a aquellos que buscan soluciones, no completas, no últimas, pero sí soluciones que son nuestra ofrenda, nuestra forma de pedir perdón por ser algo que no podemos controlar por completo: unos destructores.

Ayer, al no poder dormir tranquilamente -por cerca de una semana- pensé fugazmente "voy a prender el televisor para ver si así puedo dormirme al toque". Justo después de eso recordé uno de mis principios: valentía, por lo menos para recibir mi propio dedo señalador. Y para recordar ese principio escribo este pequeño texto.

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