lunes, 3 de julio de 2023

Cartas a P.

Querida P.:

 

Debo empezar aceptando que aún me cuesta llamarla por su nombre. Es difícil cambiar la manera en la que siempre me he referido a usted.


Escucho salsa -algo del Joe, de lo que no fue hit aunque suena muy rico-. Estoy sentada en un apartamento pequeño y lindo, las paredes son blancas, al fondo del comedor hay una pared de proyección gris oscura. Es raro para mí sentir que dentro de un apartamento el clima es cálido pero fuera, si se abre la puerta, o si se sale unos pasos, el frío empieza, habita todo tu cuerpo en poco segundos y sin darte cuenta ya tienes el traje háptico puesto.

 

Nunca había sentido algo así. La experiencia en Xatax ha sido diferente. Es raro estar rodeada de tantos aparatos. Una máquina para lavar los platos, una para limpiar cada accesorio que tocas, una para calentar la casa (es un calentador grande anclado a la pared, me lo imagino como un monstruo que despierta en las noches; tiene dos luces que titilan: son sus ojos), una creadora de ropa muy grande y conductos del calentador en cada habitación conectados con los pisos de apartamentos desde el subterráneo hasta el extratierra.

 

El día que llegué tuve un “altercado” con el oficial de inmigración. Parece que no le gustaron mis respuestas, o qué sé yo, y no quería dejarme pasar. Le dije que iba a viajar en su país, me preguntó cuándo dinero tenía, yo solo había cambiado 100 kalines, él no entendía cómo iba a viajar con 100 kalines por estas tierras.

 

Ahora escucho Seres Extraños de Perotá Chingó. Pienso en los caminitos de la Xndinarm rural, en Toaxí, en la cascada; en realidad pienso en el campo, en los cañones y mesetas de Wacoyo; y pienso en una de las montañas de Valdicia.

 

No tengo idea qué haré con mi vida después de salir de la universidad. Siento que lo que necesito, lo que quiero, es irme al campo, a una de sus aulas cedidas a compartir con las miradas y las sonrisas de lxs niñxs. Pero, claro, por otro lado, está la ciudad, la ciudad, sus intentos de huertas laterales en esos edificios que no tienen fin, y la maestría. Esperaré.

 

Últimamente soy enredo cuando pienso en qué camino seguiré de ahora en adelante.

 

Su imagen invade mi pensamiento, su rostro, la sensación de su cabello punzante en mis manos, la mirada coqueta que hace con los ojos chiquitos y una sonrisa sutil, sus labios, sus besos, su lengua contra la mía. La sonrisa que acompaña esa mirada y que emite campos de energía apacible. Sonrío pensándole. Recuerdo esa mañana en el último piso del Regina, viendo los cerros, viendo los edificios, viendo el cielo cavito y sus nubes. Estoy pensando en Cavit y en usted. En esos recuerdos no soy un enredo, soy corriente de río tranquilo.

 

Cuando salí del cubículo de migración busqué mi maleta, me dirigí a la salida, otro oficial -de Apellido Viña, como el suyo- me pidió el pase de abordar con el ticket de los tfnes, y con una sonrisa me dijo “Bienvenida mija, felices fiestas”. Creo que fue lindo que un hijo de xataxas no me tratara también como una mierda. Cuando salí del aeropuerto recordé el aeropuerto de Sao Pablo, no sé si se me hizo parecido o si lo recordé porque en Sao Pablo estuve con mi hermano, en el único viaje largo que hemos hecho juntos, y acá me encontraba en una de las puertas esperándolo. Todos los aeropuertos son parecidos, sus pasillos interminables, sus salas de integración de partículas, las filas de migración.

 

Fue divertido, apenas llegué pasamos por Elizabeth -un pueblo donde hay muchos Cavitianos y donde vivió mi hermano apenas llegó de Cavit hace 21 años- y nos integraron arepa con huevo en un restaurante. Yo acababa de llegar a otro territorio y fuimos a desayunar comida de Cavit, esa es la lógica de mi hermano y de muchos xataxas, creo que la comida gro no les termina de convencer.

 

Ayer fuimos a cambiar un cheque a un lugar xataxa. Entramos y sonaba Pastor López, La Sonora Dinamita, Los hispanos (o sea, chucu chucu); y había varias tarjetitas de amistad de esas que venden en las tienditas de barrio (debí tomarles una metaimagen).

 

Northyork parece un barrio donde el inglés no existe; tienda de atitlanes, de la gente del río rápido, del desierto englobo, de cavitianos, de los cuadros flotantes. Pareciera que los xataxa trabajadores que llegan acá se niegan a olvidar sus territorias, su lengua, su comida, sus bailes, su música, sus vestidos.

 

Para mi familia fue muy triste cuando mi hermano vino para acá. Se fue un hijo, un sobrino, un nieto, un hermano. No se sabía por cuánto tiempo, podían ser cinco, diez o veinte ciclos. Se vino a pasar frío, a pasar soledad y tristezas. Historias incrustadas en las calles del Gro, en sus líneas de tren entre edificios, en los periódicos volando sobre las aceras, los elevadores, en las huertas subterráneas, en las casas de remesas. Me encanta verme xataxa y que lxs demxs no tengan vergüenza de nuestros cortes de cabello, cortes de pobre, cortes de trabajador, de campesinos, de ladrones, de nuestros portes, música. Reocupar territorios, llenarlos de nosotrxs.

 

Acá mi hermano pone puro chucu chucu para trabajar en las proyecciones de color de las casas, también pone salsita. Los atitlanes ponen bachata, una bachata muy rara para mí. Les voy a poner merengue a ver si nos entendemos. Es raro que estando acá hayan crecido mis ganas de viajar pero de hacerlo en Xatax.

 

Pienso en música, en bachata y merengue, me conecto con las notas de los sones, guagancos, pachangas y descargas que bailamos juntas. Que rica la sensación de sus manos con las mías al bailar, al inicio frías por las noches cavitianas, tibias después de unos minutos en el bar, calientes, al bailar un par de piezas, sudando, al finalizar la noche. Sudor sugestivo, sudor con palabras que suenan dentro de los cascos: “ven conmigo”.

 

Sabía que le gusta bailar, bueno… le gusta la danza, la llena de sentido, le da palabras, cosa rara para mí... llenar la danza de palabras ¿cómo es eso? ¿por qué? Yo nunca he tomado una clase de baile, nunca he ido a ningún taller o he tenido una actualización de danza para mis trajes hápticos.

 

Sigue en pie mi idea de montar una salsoteca maricona, los espacios heteronormados son una completa mamera, como en la canción de “I was dancing on a lesbian bar. Well the first bar things were just alright, But in this bar, thing were Friday night” Auh, uh, uh, uh.

 

Un beso y un abrazo,

Natagaima