domingo, 18 de junio de 2017

Ha pasado un año







I.

Ha pasado un año, un poco más, desde mi último escrito para este blog. Blog que nadie más que yo lee, pero que es como si. Es una lectura de mí, de lo que fui, que ya no soy ahora. Lo último lo escribí el seis de mayo de  2016, y no me reconozco lo suficiente (¿alguna vez me reconozco?) ¿Qué estaba haciendo ese día? Quizá bebiendo sola en el estudio de su apartamento. 

Ella dormía, yo decía sentir la soledad, decía ansiarla con más potencia en mi vida. Recordaba esa época en la que ella no estaba en mi vida, yo estaba sola, nadie me abrazaba todas las noches, me besaba a diario, me decía te amo. No sabía lo que quería, ni lo que pasada. Yo no sentía la soledad, porque ella estaba a dos puertas abiertas de distancia. Ella estaba al final de mi noche, ella y su olor. Y no quería soledad con más potencia, porque aún siento el vacío en mi vientre al pensar que ella no estará en mi vida. Prefiero no creerlo, por eso aún fantaseo con su presencia en mi fúturo.

Santiago

Pasó mucho en este año. Estuve en Chile y viví allí cinco meses. Es una de las mejores, sino la mejor, experiencia de mi vida. Viví en el centro de Santiago, en el edificio de en frente de la moneda. En varias ocasiones me sentaba en la ventana de mi cuarto, a pensar en Allende. Por alguna razón pensaba también en el palacio de justicia de mi ciudad. Se veían las luces de Santiago a lo lejos, los edificios y sus cuadritos encendidos, la noche, el frío -incluso en verano, era desértico mirar la noche de Santiago desde esa ventana-. 
El centro de Santiago está lleno de inmigrantes y eso es hermoso. A veces iba a comprar a una tienda de peruanos que quedaba a unas cuantas cuadras. Se me hacía familiar, todo muy caro, y también había Inca Cola -que por cierto no probé pero debí hacerlo-. Esa tienda quedaba en la misma calle del Santa Isabel -un supermercado de cadena- allí también hacía la compra. Cerca quedaba el Cine Arte Normandie, hermoso; hermosas las calles.
Llegué a un Santiago frío -más frío que de costumbre, porque, ¿cuándo no es Santiago frío?- la UMCE, esa U. incendiaría que hace muchos años había visto, en videos, tropelear. La ciudad, la noche, el centro, las luces, el inmigrante, fue hermoso, y lo quiero. También pasé la peor semana de mi vida en Santiago. No me extraña, las mejores experiencias son las que te hacen salir el corazón del pecho, directo por la garganta. 
La casa de Nestor, ¡qué linda! medio casa okupa, no lo sé; eso sí, en callejuela de casas de inmigrantes. Pequeña, con libros y películas, una copia -por supuesto- del Guernica, fotitos pequeñas de Victor Jara, y de muñequitos encapuchados. Una casa a punto de caerse. Me levanté esa mañana, después de pasar la noche en aquel lugar, con uno de los peores pánicos que he sentido. Sabía, tenía la certeza, de que los pacos llegarían a esa casa y nos llevaría a todos a uno de sus lugares de tortura ¿Tan loca puedo estar? Levanté a Yesica y nos fuimos. En el camino le enviaba fotos y videos a Luisa, ¡cómo me arrepiento! Santiago, linda. Santiago es una mujer anciana, con corazón de punk trovero. Esas casitas y edificios cercanos al forestal murieron pero dejaron su aroma, uno delicioso. Es ese olor de los libros viejos, humedad y polvo. La cagué en Santiago, ¿qué será de mi vida?

De Santiago recuerdo salir del apartamento de Itzel, ella también vivía en el centro, en la calle de San Ignacio de Loyola. Centro, edificios altos, "soledad", "independencia", en fin... ese abrir los brazos, respirar profundos y querer gritar reventando de vida se sintió.

Este blog es una capsula del tiempo.

La extraño, no la he podido superar. ¿En un año, Natalia del futuro, con 23, la habrás superado? Natalia con 23, ¿seguirás siendo la adolescente de siempre? probablemente sí. La extraño aunque sea tan diferente, la amo aunque sea tan... ¿tan qué? ¿tan vacía? ¿tan seca? no, no lo es. Es colorida, es energéticamente fuerte. No es una niña tonta, bueno, quizá sí, pero no por eso es vacía, seca y poco colorida. Tiene algo. ¿Qué es? Quizá nada, quizá lo único que tiene es el potencial de herir mi ego. 

Extraño su sonrisa, ¿acaso ella sonreía?

¡Ya se qué tiene! Misterio. Sus ojos son misterio, su silencio es misterio, el ocultamiento de su sonrisa... es misterio. Me enamoré de una mujer misterio, de la mayor mujer misterio existente en la sabana de Bogotá.

¿Me quiere? No importa. Espero que me recuerde al leer a Galeano, al caminar por el centro, al ver una luz mortecina, al mirar las estrellas. Yo caminaré, conoceré, veré, viviré hasta donde me sea posible. Y, ¿qué será de mi vida? Temo responder.

Angelo Escobar

En Santiago fui a verlo. Me recuerda a la Daniela que conocí de lejos, así, por "...correo van volando...". También me recuerda a mi amigo, al que le fallé, como suelo hacer, Li. Qué hermoso era, murió por mi estupidez, su corazón se quebró por mi humanidad, por mí. A él le canté "Papel Volantín" mientras, literalmente, yacía sobre mis piernas, moribundo. Lo siento, amigo hermoso.
Ángelo era el último en tocar. Era una casa okupa, lo había sido por mucho tiempo, unos empresarios bien vestidos la pidieron, ese era uno de sus últimos eventos. Vendían una riquísima pizza vegetariana (quizá me pareció deliciosa porque ya había bebido suficiente cerveza, y porque tuvimos que esperar mucho para conseguirla). Ese día los mexicanos cayeron y compartimos con ellos. Escuchamos a todos estos jipisitos de lindo corazón. Una nena me habló en el baño, y como siempre yo fracasando en esas cosas de ligar. Ese día le robé unos cigarrillos mentolados feísimos a Itzel, no sé si se haya enterado. 
La cerveza artesanal estaba deliciosa esa noche. Los chilenos tienen buena cerveza. Cobraban barato en esa casa, sería porque su interés no estaba en acumular ganancias. Compré ese día un librito de cuentos anarquistas, muy lindo, los cuentos muy añejitos, sepias, lindos, ilusos, como todos las anarquistas. El trovador se emborrachó hasta el copete, y tocó mal un par de canciones -una de Jara, el derecho de vivir en paz, y otras que no recuerdo, quizá una ranchera. Lo entiendo, no le exigo, le mando un abrazo, se le ve sin trabas el triste corazón que guarda en el pecho. Angelito, gracias.

Ella

¿Por qué son tan bellas las mujeres? Tiene una sonrisa increíble, maravillosa, grandota, grandota, como nunca había visto. Sus mejillas se ponen redonditas y grandes cuando sonríe, es hermosa. Quiero decir que la quiero abrazar, pero no de cualquier manera. Quiero darle un abrazo de esos que construyen un puentesito entre los dos pechos, y empiezan a pasar, por ese caminito, todas las cosas bonitas que uno ha podido acumular en lo que lleva de vida. Es lindo verla, mirarla directo a los ojos me produce una instantánea sonrisa. Volviendo al pecho, quiero pasarle colores bonitos con cada abrazo, espero que los reciba ¿Y saben qué? no le pido nada a cambio. Si me quiere besar que lo haga, si me quiere llenar de caricias, que no tema, o no lo suficiente para detenerse. Quiero dedicarle todas las canciones bonitas que tengan los mismos colorcitos que ella tiene. Quiero perderme en su sonrisa, ¿será que ella me deja?